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El festejo que quedará por siempre en las retinas xeneizes

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La obtención de la Copa Argentina tuvo la magia de condensar en un instante el esfuerzo del plantel de Boca para quedarse con la gloria. El que detonó anoche en San Juan era muy esperado por los protagonistas y sus hinchas.

Llegó el momento. Unos cuantos días de espera contenida explotaron en un solo grito con el silbatazo de Pablo Lunati que indicó el final del partido. Las 28.000 almas congregadas en el estadio del Bicentenario de San Juan y aquéllos que lo vieron por televisión fueron testigos de una fiesta de cierre de la Copa Argentina que quedará en sus retinas por el resto de sus días. Después de algunas frustraciones recientes Boca pudo a gritar ¡Campeón! Las banderas azul y oro agitadas por sobre la cabeza de los hinchas y el salto de los jugadores gritando ¡Dale Campeón! terminan de componer la imagen de la Final tan esperada por el pueblo xeneize

El  fervor no para. Santiago Silva y Lucas Viatri se abrazan, los dos hacedores del éxito frente al arco de Racing. Los hinchas xeneizes quieren que la noche dure para siempre. Los jugadores todavía no caen y salen, uno por uno, corriendo para tirarse al piso con la copa depositada en el arco que está delante de los hinchas propios. Con el fanatismo contagiado de los simpatizantes, aún con la camiseta puesta y en el medio de una fiesta ordenada, engalanada con los fuegos artificiales, el ganador de esta edición de la Copa Argentina tuvo su momento de desahogo. "¡Vamos que nos esperan; vamos que hay que recibir las medallas!", grita el Pelado Silva a sus compañeros.

Por un momento, el festejo de los jugadores de Boca se detiene. Es el tiempo del merecido reconocimiento a los jugadores de Racing por el segundo puesto obtenido. Los vencedores aplauden y esperan por su turno. Miles de hinchas y numerosas familias se convocaron desde la tarde temprano para ser testigos de una jornada imborrable que también integrará lo mejor de los recuerdos para el fútbol argentino. Por eso abundaron las cámaras fotográficas y las filmadoras para atesorar una colección de imágenes del momento en que Rolando Schiavi levantó la la Copa Argentina en el medio de una lluvia de papelitos y entre los aplausos.

El trofeo de la Copa Argentina tiene la magia de condensar en un instante lo vivido en horas, días, meses. El que detonó anoche en San Juan era muy esperado por los protagonistas. El archivo reciente, tras la pérdida de la Copa Libertadores y el torneo Clausura que se escapó por poco, quedó atrás, ahora hay un motivo más que agranda la gloria de Boca. Hay un grupo de jugadores, convencidos de los objetivos y futbolísticamente decididos, que se encargaron de la reparación y de sanar ese orgullo que estaba un poco herido.

Es inmensa y contagiosa la fiesta de los jugadores de Boca que se extendió a los vestuarios y a las calles de San Juan. Boca le puso el cuerpo y el alma a una celebración que se intuía cercana, pero que se hacía rogar. El éxtasis llegó de la mano de un equipo ya acostumbrado a convivir con los desafíos difíciles, un juego contundente y una búsqueda post Riquelme (Ledesma, Viatri, entre otros, le dedicaron el título). Si todo esto ya era evidente en los últimos partidos, ayer se incrementó por la condición de Final que tenía el choque con Racing.

Quizá lo más inteligente del flamante campeón fue darse cuenta de que la fuerza grupal debía convertirse en la razón de ser dentro de la cancha. Y así lo fue. Lo recitan a coro los jugadores: “Este es un grupo bárbaro, que sabe lo que quiere”. “Lo merecíamos después de un semestre de buscar un título” “Acá no hay figuras”. No es falsa modestia. Es la realidad asumida a fuerza del corazón y los pulmones de todos, de la sobria seguridad de Ustari –salió campeón en su primera final con Boca, del eterno Flaco Schiavi –un pilar de resistencia–, del dinamismo y equilibrio que transmiten Somoza, Ledesma y Erviti, de los aportes imprevisibles de Silva y Viatri en el ataque. Nombres de una noche única. Siguió la fiesta puertas adentro, ya sin la adrenalina de la inolvidable noche cuyana, pero con la felicidad nueva y pensando en los festejos en la Bombonera.

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