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La pasión azul y oro conquistó el norte argentino

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La ciudad quedó rendida ante la presencia de Boca; el Bicentenario fue colmado por 17.000 personas que vivieron una jornada inolvidable, tan mágica como apasionante; de las pisadas de Chávez a las atajadas de Sosa, un viaje sanguíneo y eufórico. Tanta fue la euforia que unos 5000 fanáticos vieron el cotejo desde la ladera del cerro.

Catamarca dejó en claro cómo se deben disfrutar los partidos. Y hasta invitó a pensar en que se viven de otra manera. Se alienta con intensidad, se grita más, se vibra. Es la gente la que contagia su efervescencia y convierte en emotivos ciertos encuentros que, por técnica, no superarían los cinco puntos. Algo de esto sucedió anoche en esta ciudad, cuando Boca accedió a los cuartos de final de la Copa Argentina con una definición por penales tan apasionante como lo fue la noche en el estadio Bicentenario. Aunque en el balance la memoria retenga la incapacidad de los dos equipos en sacarse diferencia durante el partido y el fantástico desenlace desde los doce pasos, en definitiva también hubo emoción hasta el último minuto.

Los automovilistas, para nada sorprendidos por tener que modificar su rumbo camino al estadio, hacían sonar sus bocinas desde temprano. Los que se apasionan con Boca, felices; los otros, los fanáticos de otros colores, lo hacían por precaución ante la locura general. Curiosos eran todos en la ciudad, que anoche se vio ataviada con los colores del último campeón. Grandes y chicos, mujeres y ancianos se mezclaron en la locura. Una jornada única y mágica los convocaba y movilizaba. Incluso a los que no tenían entradas, que subieron la ladera del cerro contiguo al estadio para seguir el encuentro. Y se calcula que unos 5000 fanáticos lo vieron desde las alturas.

Faltaba poco más de media hora y la gente de Boca se atrevía a gritar fuerte, a sonreír más distendida, a agitar sus banderas, a saltar en sus lugares, y a no preocuparse por el próximo rival en la Copa Argentina, que a esa hora ya era Rosario Central. Se tiñen las tribunas de azul y oro y se grita por Boca. Comienza el partido tan esperado. Se multiplican los brazos de los hinchas que no escatiman esfuerzo para revolear cualquier cosa que tengan a mano. Se disfrutan las pisadas de Chávez, la colorida cancha, la presencia de Mouche, las atajadas de Sosa del final…Y la pasión desborda todos los sectores del Bicentenario de Catamarca.

El pueblo boquense estuvo representado en el Norte argentino por unas 17.000 personas. Sanguíneas y fervorosas, con las gargantas intactas para continuar la euforia que comenzó desde el mismo momento que Boca llegó a esta ciudad y que continuaron en el frío post-partido. Con el delirio de haber sido participe de la clasificación a los cuartos de final. Con saltos, cantos, banderas y bombos, la pasión xeneize comenzó horas antes de caer el sol y finalizó allá por la madrugada.

 

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