De tal palo, tal astilla
Fabián Pepe Castro es uno de los máximos ídolos de la historia de Atlanta. Su hijo, Matías, de 20 años, forma parte de la Primera del club y, por una lesión en su rodilla, se perdió la posibilidad de estar entre los concentrados en el partido que el Bohemio eliminó a All Boys por penales. Sin embargo, en los 16avos. de final tendrá una nueva chance de debutar en la Copa Argentina.
La historia de Atlanta presenta algunos casos de padres técnicos e hijos jugadores. Uno de los más conocidos es el de los Pasini (Salvador fue entrenador en tres etapas diferentes y Mariano disputó 45 partidos entre 2003 y 2004). También se recuerda la era de los Anzarda (Eduardo dirigió en las temporadas 1988-1989 y 1998-1999, mientras que su hijo disputó 6 encuentros en 1999) y los Lemme (el padre fue técnico en la 2002-2003 y el hijo fue futbolista en la misma temporada).
Sin embargo, esta serie de curiosidades quedan rápidamente en el olvido cuando se profundiza en un ejemplo que se da en la actualidad. Es que la Primera que dirige Jorge Ghiso cuenta con Matías Castro, hijo de Fabián Pepe Castro, uno de los máximos ídolos de la institución y director técnico del primer equipo en la temporada 1999-2000. Ambos nacieron en Palermo, llevan al Bohemio en la sangre y tienen historias para contar.
Dos ascensos a Primera B Nacional en 1990 y 1995, 218 encuentros y 30 goles transformaron al mayor de los Castro en palabra sagrada. Es ídolo, no se pierde ningún partido (siempre ubicado en el mismo sector de la platea), y disfruta del juego de su hijo, a quien le enseña conceptos referidos a los secretos del conductor nato. No obstante, Fabián admitió que Matías es más rápido, llega con más facilidad a posición de gol y tiene mucho potencial.
A Matías Castro, la presión por ser el hijo del ídolo no lo invade ni lo perturba. Durante su infancia, debió lidiar con la responsabilidad de asemejarse a su padre. Con el paso de los años, demostró que está a la altura y demuestra que la 10 de Atlanta no le pesa. Es más, ya despuntó el vicio del goleador al marcarle en este campeonato a Gimnasia La Plata y Guillermo Brown de Puerto Madryn. Tiene 20 años y muchos sueños a futuro. Uno de ellos era dejar afuera de la Copa Argentina a All Boys. Si bien no pudo estar en el encuentro debido a una lesión en su rodilla, el Bohemio le cumplió su deseo: eliminó al conjunto de Floresta por penales y pasó a los 16avos. de final, instancia en la que se medirá contra el ganador de Quilmes-Riestra.
¿Qué tan importante es para ustedes Atlanta?
Matías: Yo me hice fanático por mi viejo. La verdad es que no me quedó alternativa. Hoy en día, no vivo sin el Bohemio. Cuando entro a la cancha, juego como hincha.
Fabián: Si bien es cierto que yo jugué en Ferro, lo que logré en Atlanta hizo que me encariñara. Pude ganar algunos campeonatos, marqué muchos goles y eso la gente me lo reconoce. Aprecio mucho al club.
Fabián, imagino que para vos debe ser algo especial que tu hijo juegue en la Primera.
Ni te imaginas. Él hizo las inferiores en Argentinos y River, aunque no pudo quedarse. Lo traje con edad de séptima y se afirmó con el paso de los campeonatos. Por suerte, al no quedarme cuentas pendientes como jugador nunca tuve la necesidad de presionarlo. Rescato eso por sobre todas las cosas.
¿Y para vos que significó llegar a Atlanta, Matías?
Una gran alegría. Aparte, tuve la suerte de que me subieran a Primera cuando estaba en quinta. No me costó adaptarme para nada. Creo que me benefició el hecho de ser el hijo de una gloria.
¿Por qué crees que te benefició?
Porque quizá, tuve algunas facilidades. La gente me demostró cariño desde el principio por el solo hecho de ser su hijo. Me llaman Pepito, en honor a él.
¿Nunca fue una presión para vos todo lo que se genera alrededor de él?
Quizá, me hacía un poco la cabeza cuando era más chico. Con el paso del tiempo me acostumbré. De hecho, para mí también es un ídolo. No puedo negar todo lo que le dio al club.
¿De tu debut te acordás Matías?
Obvio. Debuté en cancha de Platense contra Acassuso. Entré en el segundo tiempo por Gonzalo Sosa y salimos 0 a 0. Fue en octubre de 2009. Javier Alonso era el técnico.
Mi primer partido como titular fue contra Defensores de Belgrano en el primer semestre de 2010. Usé la 10 como mi papá y ganamos 2 a 0, aunque salí acalambrado. Recuerdo que en aquel partido, mi viejo me dijo que jugara fácil. Le hice caso y me salieron las cosas bien.
A partir de ese momento, ambos deben haber vivido emociones muy fuertes.
M: Pude afirmarme, jugué algunos partidos en el campeonato que derivó en el ascenso al Nacional el año pasado, y marqué mis primeros dos goles. Estoy viviendo un sueño.
F: Tengo la suerte de que la gente me sigue demostrando cariño. Siempre estoy en la platea para ver al equipo. Para mí, el ascenso fue una alegría inmensa. Veníamos de algunas campañas malas, pero por suerte los futbolistas pusieron a Atlanta en el lugar que se merece ya que es un grande de la categoría.
¿Cómo conviven un hijo y un padre jugador?
F: Con tranquilidad. Trato de no molestarlo porque creo que debe hacer su camino. Lo dirigí cuando era más chico en Estrella de Maldonado. Ahora está en manos de Ghiso, uno de los mejores entrenadores de la categoría.
M: Una charla futbolera puede surgir en cualquier lado. Nosotros hablamos en el club, y hasta en casa cuando comemos con la familia. Siempre tuvimos buena relación.
¿Comparten los mismos gustos futboleros?
M: Por suerte sí. A los dos nos encanta como juega Riquelme. Creemos que un equipo debe girar alrededor de lo que hace el diferente.
F: Creo que el fútbol no es tan complicado como se lo quiere hacer ver. Lo único que se debe hacer es darle la pelota al compañero. Matías entendió eso rápidamente. Busca sociedades, se desmarca con facilidad y sabe elegir sus socios dentro de la cancha.
¿Quiénes son tus socios Matías?
Tengo que elegir a Juan Galeano por sobre el resto. Juega de cinco y nos entendemos muy bien.
¿Vos también buscabas sociedades Fabián?
Si, pero a diferencia de él, yo me entendía muy bien con los delanteros. Por suerte, les hice hacer muchos goles a Luis Alberto Bonet y Víctor Paredes.
Además, jugaste en Comunicaciones, Ferro, Defensores de Belgrano, Tigre, San Lorenzo y Aris Salónica de Grecia. ¿En qué lugar disfrutaste más, y cuál fue el entrenador que más te marcó?
Puedo elegir a Ferro por sobre los otros porque allí pude ser dirigido por el Cai Aimar y Timoteo Griguol, dos personas que me dejaron una gran enseñanza de vida.
Tengo entendido que fuiste enganche toda tu vida. Sos una persona autorizada para hablar sobre cómo se juega hoy en día.
Cuando el resultado es prioridad, no importan el cómo ni las formas. Uno crece sabiendo que lo importante es ganar, y no jugar mejor que el rival. Por otro lado, voy a confesar que los dos mejores equipos que vi en mi vida fueron dirigidos por Bilardo: El Estudiantes del 83 y la Selección argentina de 1986.
¿Creen que la Copa Argentina puede ser utilitaria para mejorar este aspecto?
M: No creo que mejoremos en cuanto al juego, pero si pienso que algunos equipos tendrán la oportunidad de imponerse y dar la sorpresa.
F: Tuve la oportunidad de ver cómo se desarrolla esta competencia en otros países, y la verdad es que acepto su llegada y su inserción. Siempre me preguntaba porque no se hacía acá. Ojalá que perdure.
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